¡Sólo una!

¡Sólo una!

Su cabello le cae como un río,
Esbelta, como una espiga de trigo,
Con el delantal negro atado a la cintura,
La pierdo de vista, mi amada.

Y cuando la veo, me pongo pálido;
Cuando no la veo, me enfermo,
Y cuando otros vienen a cortejarla,
Vienen los curas a desatarme del hechizo.

Charlando en la calle, pasan tres horas,
Ella se va, yo hago como que me voy,
Pero me quedo allí acompañándola
Con la mirada hasta donde alcanza el horizonte.

Por pobre que sea,
Quisiera que fuera mi esposa,
Pero la gente mala de este mundo cruel
Siempre me cierra el camino.

¡Y cuántas cosas oigo decir!
Todos mis hermanos hablan mal de mí,
Y mi padre está siempre enfadado,
Mientras mi madre, ante los iconos,
Hace la señal de la cruz, ayuna;
Me maldice: "¡Ojalá no hubieras nacido!
¡Eres un tonto! ¡Tienes la cabeza loca
Y haces lo que quieres, Ioane!"

¿Hago lo que quiero? ¡Pues que así sea!
Haré las paces con la pobreza,
Y viviré pobre,
Trabajando, golpeado por las desgracias.
No pido ayuda a mis hermanos,
No estoy a su merced,
¡Hago lo que quiero! ¡Y no moriré
Preocupado por mi destino!

¡Mis hermanos me entierran vivo!
¿Porque la amo, es un pecado?
¿Atarme a ella, saber
Que amo a una chica pobre?
¿Pero qué hacer con la tierra?
¿Y de qué sirven los bueyes y las vacas?
Si no amas a tu esposa,
¡Todo eso no vale nada!

¿Existe un hombre, por voluntad de quién
Debo amar lo que a él le gusta?
¡Tal hombre no existe, ni siquiera el obispo,
Ni el emperador!
Que el mundo hable cuanto quiera,
Amo sólo a ella y es mía:
Antes de dejarla,
¡Prenderé fuego a todo el pueblo!